Predicación Criolla

Me tomo un momento para observar la ajetreada ciudad antes de subirme en el bus. Buen día le deseo al conductor, quien devuelve mi saludo con una mirada de desdén.

Busco un asiento dónde sentarme, y veo a los otros pasajeros. No son ajenos a mí. Veo a mis abuelos, a mis hermanas, veo a mi madre en cada mujer y a mí mismo en cada niño. El pecho se me aprieta al mirar sus rostros cansados y asustados.

Estas personas, mis hermanos y hermanas, viven en constante temor. ¿Es esto vida? me pregunto, no, por supuesto que no. Por eso estoy aquí, ésta es la razón de mi existir: Vengo a recordarles lo que es verdaderamente importante.

Son como caballos, cegados por las gríngolas del consumismo. Si tan solo se desprendiesen de ellas, verían que hay incontables riquezas a su alrededor. Verían que todo lo que les han enseñado a desear es nimio, insignificante.

Mentiría si no dijera que una parte de mí (quizás la más cínica) los repudia, pero es solo por mi amor hacia ellos. Me duele verlos esclavos de sus pertenencias, como Cortázar cuando dijo que nosotros no poseemos el reloj que nos regalan, sino que es el reloj el que nos posee.

Pero no los culpo: nacieron y crecieron en una carrera de ratas, no conocen otra cosa. No se conocen a sí mismos. ¡Ni siquiera saben que están cambiando su alma inmortal por riquezas perecederas!

Incluso se juzgan entre ellos por su valor material. Estiman más al que más tiene. Y al mismo tiempo lo envidian, ¡Hipócritas!¡Incoherentes!

Yo solo busco que se deshagan de sus ataduras terrenales. Quiero recordarles que su sufrimiento es producto de su apego a lo material. Que su vida, la que desperdician día tras día, es infinitamente más valiosa que cualquier cosa que el dinero pueda comprar.

Quiero que sepan que cada vez que se desprenden de algo, se quitan un peso de encima. Ya lo dirían los hindúes: Un hombre solo posee lo que no puede perder en un naufragio.

Cuando recuerden y se deshagan de sus bienes, cuando levanten la vista y se percaten de sus hermanos, serán libres, serán virtuosos y se nutrirán de las riquezas del espíritu: el sol, las nubes, la libertad. ¡Que regocijo será la verdadera bienaventuranza!

Pero yo sé, hermanos, que abrir los ojos no es fácil. Son pocas las personas despiertas.

Por eso hoy vengo a ayudarlos. Desde todo mi amor, les digo: saquen los télefonos y las carteras, que esto es un atraco.